Aceptación, comprensión de sí mismo (a través de la superposición de máscaras, defensas), «yo-concepto» flexible, convergencia del «yo-real», «yo-ideal», respeto de sí mismo.
Independencia, autosuficiencia. Comportamiento independiente del impacto de las circunstancias y de la presión de las evaluaciones o expectativas externas.
Resistencia a diversas vicisitudes de la vida: fracasos personales o profesionales, crisis vitales.
Autogestión, capacidad de organizar la vida según el propio plan.
Integridad de carácter. El proceso de consecución de objetivos no corrige en modo alguno los valores morales, las aspiraciones del individuo. La sensibilidad ante la injusticia, la imposibilidad de traicionar los propios ideales en combinación con un alto nivel de desarrollo permiten elegir vías de realización en el marco del propio concepto moral.
Amplitud de intereses y conexiones con el mundo: manifestación de creatividad en diversas esferas de la vida, apertura a la experiencia.
Capacidad para establecer relaciones interpersonales positivas. Calidez en relación con los demás: capacidad de amar, de cuidar.
Alto nivel de empatía.
¿Qué importancia tiene distinguir la madurez psicológica de la edad física?
Se podría suponer que cuanto mayor es una persona, mayor es su madurez psicológica, pero no es así. La madurez psicológica no depende de la edad de una persona. Incluso después de vivir la mayor parte de su vida, un individuo no siempre alcanza la madurez psicológica, permaneciendo, de hecho, como un niño adulto.
Determinar la infantilidad de una persona es fácil por sus declaraciones y acciones. El infantilismo no es una acusación, sino más bien un problema que se convierte en una fuente de destrucción de la personalidad, provoca la aparición de diversos fracasos vitales. Un «niño» así en un cuerpo adulto no sabe ser feliz, porque depende demasiado de la opinión de los demás. A menudo es caprichoso, resentido, no está preparado para ser responsable de sus actos. El principal indicador de inmadurez personal es la indefensión.
La madurez permite superar la frustración y el miedo, gracias a la capacidad de asumir riesgos, de tomar decisiones responsables. Una personalidad madura se caracteriza por la confianza en sí misma y la estabilidad emocional y mental.
